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Benito Pérez Galdós un escritor mujeriego y seductor, uno de los solteros de oro de las letras españolas.

Navarro Ledesma amigo de Pérez Galdós, decía: “Le gustan las mujeres… lo que nadie puede imaginarse, pero todo se lo calla y de estas cosas ni Dios le saca una palabra”. El biógrafo Benito Madariaga afirma: “Era muy faldero, y gracias a eso escribió tanto”, los prestamistas y las mujeres le obligaron a escribir mucho y publicar mucho”.

La publicación en 1975 por Carmen Bravo Villasante de la correspondencia íntima de Emilia Pardo Bazán a Pérez Galdós (una treintena de cartas) ilustró la vida privada del escritor. “Sí, yo me acuesto contigo y me acostaré siempre, y si es para algo execrable, bien, muy bien, sabe a gloria, y si no, también muy bien, siempre será una felicidad inmensa, que contigo y sólo contigo se pueda saborear, porque tienes la gracia del mundo y me gustas más que ningún libro”, le escribía en una de sus cartas la condesa.

Algunos de sus biógrafos creen que su relación con Emilia Pardo Bazán es simultánea a las que mantiene con Concha Ruth Morell y con Lorenza Cobián.

 

Al parecer, Galdós conoció a Concha en 1881. Concha Morell anarquista, feminista radical y actriz fracasada que adoptó el nombre de Ruth tras convertirse al judaísmo, siempre aceptó la ayuda económica de don Benito. Algunas descripciones de la época decían; “Era Concha una hermosa mujer de facciones correctas y delicadas, rubia, fresca, blanca, bien formada, esbelta, elegante, agradable y simpática. “Era una real hembra”.

 

El escritor canario estuvo muy enamorado de Lorenza Cobián a quien conoció a finales del siglo XIX cuando paseaba por los rincones de Parres (Asturias) y mantuvieron durante años una relación fruto de la cual nacería su hija, María Pérez Galdós Cobián. Lorenza era una mujer del pueblo, casi analfabeta, con la que don Benito tuvo su única hija conocida y reconocida, María, que nació en 1891. Quince años después de aquel nacimiento, la madre acabó sus días de forma trágica, colgándose con un pañuelo en los calabozos del Gobierno Civil de Madrid, a los que había sido trasladada después de que intentara arrojarse sobre una vía al paso de un tren.

Sesentón, con los ojos casi cegados por las cataratas y el público lector alejándose poco a poco de su devoción, don Benito aún tuvo tiempo de una relación amorosa crepuscular. Ella se llamaba Teodosia Gandarias y era una maestra muy culta que leía a Maquiavelo y estudiaba inglés.

En fin, parece que Don Benito vivió con intensidad tanto el amor como las letras.

 

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